viernes, 22 de septiembre de 2017

El Mercado de Cronos (t)

Según la mitología griega, Cronos era el dios del tiempo, hijo de Gea y Urano, padre de los principales dioses, que destronó a Urano para gobernar la edad dorada,  invencible  e  inevitable.  Conocido  por  los  romanos  como  Saturno, inspirador de los famosos y no menos perturbadores cuadros de Rubens y Goya, en que lo presentan devorando a uno de sus hijos (Ambos en el Museo del Prado, Madrid), no obstante en los relatos originales se los tragaba completos, única forma en que podrían ser rescatados por su hermano Zeus.
Asesino silencioso que ni la ciencia ha logrado vencer, solamente estudiar y analizar. Diversos autores lo han tratado con el respeto que amerita tan antiguo personaje; mientras José Ingenieros, en su obra “El Hombre Mediocre” asocia el paso del tiempo con la cercanía al crepúsculo de la vida y la consecuente degradación y deterioro del cuerpo y de los elementos que coexisten en él, tal como la inteligencia y las emociones; otros más contemporáneos como Stephen Hawking lo han estudiado a partir de la relación del tiempo y el espacio, como su obra “Breve historia del Tiempo”;si otro autor más romántico, chileno, que es nuestro Pablo Neruda con su “Oda al Tiempo” lo han convertido en el articulador de la unión final y definitiva de dos seres; mientras desde la arista del séptimo arte, en la película “Groundhog  Day” o “El Día de la Marmota”, el protagonista se encuentra en un Bucle de Tiempo, reviviendo infinitamente el mismo día, generando la poco convencional comparación entre el tiempo y el infinito, pese a que uno es una variable continua y el otro es una referencia objetiva de medición de todas las otras variables.
Pero ¿qué pasa cuando tomamos al tiempo como una variable que interviene a favor de nuestros intereses?¿Podemos efectivamente detener, retroceder, adelantar, limitar, transar o jugar con el tiempo?
Es tan relativa la variable como lo son los diez minutos de un hombre moribundo, de un expositor que preparó demasiadas diapositivas o de un estudiante que debe recorregir una pregunta en un examen, frente a los interminables diez minutos de espera en la fila para acceder a un cajero automático con dinero un fin de semana largo coincidentemente con el término/comienzo de mes o al conductor que llega a la fila de salida de un estacionamiento en que el primero de la fila de vehículos no prepagó su ticket de salida y puede que los diez minutos de gracia desde el pago no sean suficientes hasta llegar a la barrera.
Los segundos pasan lento y rápido según el lector además de todas las otras variables intervinientes en el gran algoritmo del multiverso. Lectores ansiosos buscan los misterios del bigbang  y los más pausados el significado  de la vida, no obstante no  alcanzará  con una vida para conocer siquiera una pequeña parte de nosotros mismos. Es en ese orden de ideas que el análisis que Platón adjudica al maestro Sócrates a partir de su diálogo con Menón, en que desconfía de su conocimiento certero, redundando en que ni siquiera tiene certeza de aquello que tiene certeza: “Sólo sé que nada sé” tiene más sentido del que solo las palabras y su concepción original generan: mientras más se estudia una materia, más se identifican nuevas dimensiones inexploradas, nuevas contradicciones, nuevos paradigmas entrelazados en una concatenación sin fin, infinitamente infinita.
Pasado el recuento previo, es posible preguntarse ¿Se puede hacer algo más que simplemente someterse al transcurso del tiempo? ¿Se puede engañar al tiempo? ¿Se puede vencer al tiempo? El análisis más básico nos indica que es imposible, sin embargo, sin darnos cuenta a primera vista, hemos podido comprar y vender tiempo. Cada vez que utilizamos la tecnología y los avances científicos que ha logrado la humanidad compramos un poquito de tiempo. Si en vez de tomar una ruta común utilizamos una vía rápida de pago estamos comprando tiempo, si en vez de dirigirnos a un centro de internet utilizamos un teléfono inteligente con acceso a red también estamos comprando tiempo, así como en aquellas ocasiones que en vez de hacer un viaje interprovincial o internacional por tierra preferimos utilizar el avión estamos, de una u otra forma, comprando el esquivo tiempo.

Si sumamos todos los minutos que ganamos con estas simples acciones, probablemente habremos ganado esos diez minutos que le faltan al moribundo, al expositor que preparó muchas diapositivas en Power Point o al estudiante que, al hacer la revisión final del examen que está rindiendo, se da cuenta que debe corregir completa una respuesta de desarrollo. En resumen, quién sabe si Cronos o Saturno tendrá una respuesta para esto, si en diez minutos de lectura de Stephen Hawking queda un poco más claro el asunto o nos damos cuenta que sabemos un poco más que diez minutos antes, por cortesía de Sócrates, o si basta con un poema de Neruda para dar al tiempo un cariz benévolo y conciliador, si en un Bucle de Tiempo tenemos suficiente para comprender un poco mejor la filosofía ruda de José Ingenieros o si , en definitiva, todo es solamente cuestión de tiempo.

Rodrigo Escudero Muñoz
Consejero Especialidad Industrial

Colegio de Ingenieros de Chile A.G
@ing_escudero

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